La necesidad de mantener la distancia de seguridad para evitar contagios ha afectado a muchísimas situaciones. Lo que antes de la pandemia dábamos por garantizado ahora resulta que no lo está.
En una iglesia cabe la gente que cabe. Tiene, como todo, un aforo limitado. Si las autoridades locales deciden reducir los aforos al tiempo que manifiestan su preferencia por las reuniones en espacios abiertos, el párroco tiene un problema a la hora de reunir a usu fieles.
Pero como lo realmente importante es la reunión, ese párroco pensaría que si organiza la misa en otro sitio, abierto y más amplio, donde se puedan garantizar las distancias, habrá misa.
Y la hubo.